En el verano del 2005 me invitaron a comer unos ricos mariscos, acababa de regresar a Hermosillo después de una buena temporada fuera la ciudad y tenía que salir un poco con mis amigos. Después de un rato andando por las calles me hablaron de la famosa "Joya" de Hermosillo y me dieron ganas de conocerla. Subimos un boulevard muy desértico y bastante empedrado. Podía ver poco a poco gran parte de la ciudad y cuando llegamos al final sólo vi ese arco con su pequeña fuente, me recordó a la fuente de la hermosa ciudad Obregón, salida sur por la carretera internacional.
Lástima que está tan protegida con seguridad que no cualquier persona, o mejor dicho no cualquier persona que no tenga la intención de comprar, no ver, sino comprar, entonces es imposible cruzar esa seguridad de el no tan bonito arco que la separa de la sociedad. Entonces, dimos la vuelta a la fuente y adiós Joya, y el carro empezó a bajar a gran velocidad, aun cuando no se aplicaba el acelerador. Y bueno, es que la bajadita como la subida está bastante peligrosa y en picada todo da miedo.
Cuando ví el final de esa montaña resguardada, estaba feliz de estar en tierra firme y no en las nubes, donde todo se ve bonito, pero nunca estás lo suficiente seguro, es como el sentimiento cuando estás en la rueda de la fortuna. A ese lugar jamás he regresado, para qué, no compraré y se me hace muy feo y peligroso, pero a pesar de mis opiniones muchas personas tienen como meta vivir en ese lugar y no entiendo el por qué.